Hablemos hoy de la necesidad de
lo útil, y quisiera poder transmitir mis inquietudes, creo que filosóficas,
sobre este tema. Para podernos dedicar a cosas que son valiosas en sí mismas,
que son inútiles, necesitamos de lo útil. Nadie es capaz de filosofar o del
arte, sino están satisfechas antes sus necesidades básicas en cuanto al
alimento, a tener una casa o un medio de ganarse la vida.
Entonces,
el hombre se puede permitir, además de trabajar, dedicarse a la filosofía o al
arte. Ambos nacieron en Grecia en una época de bonanza y de riqueza
territorial, y en ese momento también surgió la ciencia. Sí, porque aunque en
el siglo XXI la ciencia la entendamos como una simple fábrica de objetos que
aseguren nuestra comodidad, en realidad es mucho más que eso. Es un intento
racional de entender el mundo en el que habitamos. ¿Con qué fin? Con el de
hacer la vida del hombre mejor. Puede
que aquí muchos piensen en manipulación o en control. No se trata de eso. Lo
explicaré con un ejemplo, ¿qué es mejor una investigación cuyo objetivo es
encontrar un medicamento eficaz, u otra paralela que solo busca descubrir que
es capaz de hacer el hombre modificando a placer la naturaleza? Ambas
investigaciones nos darán resultados útiles y nos guiarán a una mayor
comprensión de la realidad, pero creo que somos capaces de ver las diferencias
entre las dos.
En
la Naturaleza
lo útil puede ser muy bello. Poniendo un ejemplo de Biomimética, el pico del
martín pescador es útil porque le permite entrar velozmente en el agua para
cazar su alimento, y a la vez es bello, y ha inspirado el diseño de la parte
delantera del tren bala japonés.
No
solo es eso, sino que en la
Naturaleza, lo aparentemente feo, puede no serlo, justamente
por su utilidad. Nos pueden atraer más o menos los insectos, y sin embargo, su
labor de polinización hace que las flores crezcan. Además, observando la Naturaleza, aprendemos
que lo que puede parecer inútil no lo es. Por ejemplo, la bolsa de los
canguros, en la que su cría termina su desarrollo hasta ser capaz de valerse
por sí misma.
Quería
señalar también que lo inútil en ciencia contamina. Como ejemplo, los plásticos
(que yo prefiero llamar polímeros), pueden ser bellos y con ellos hacer una
verdadera obra de arte, que dentro de unos años (tal como se entiende el arte
ahora: que es efímero y que no debe guardarse) se convertirá en basura, por
decirlo de un modo técnico, en residuo. Un residuo que tiene muy baja
biodegradabilidad. Como oí exponer una vez a un chico de biología, si la raza
humana desapareciera de la
Tierra, desaparecerían con él más o menos todo lo que ha hecho
y lo único que quedaría serían los plásticos.
¿Cómo
lograr, entonces, “reconciliar” el arte con la ciencia? ¿Cómo conjugar lo útil
con lo bello, con el arte? ¿La ciencia es bella? ¿Qué entendemos por belleza
los científicos? ¿Es transmitible la experiencia estética científica?
Al
final, simplificando lo dicho en otras ponencias, lo que hace arte al arte es
la intencionalidad. Una intencionalidad que requiere lo material para
plasmarse. En filosofía, a diferencia del arte, se requiere la exactitud: la
palabra exacta. Bueno, como en ciencia, entonces, ¿no es utilidad?
Fue
Raquel la que me dio una respuesta a todas mis preguntas. Me dijo que es
imposible que la ciencia sea arte, pero que entendía lo que yo quería decir.
Que al igual que el método científico puede ser de ayuda a las humanidades en
cuanto a su rigor, se podía hacer ciencia con una actitud como la que se puede
tener ante el arte.
Pero
yo voy un poco más lejos, si la ciencia puede hacer que lo útil sea bello,
¿debe hacerlo? Pienso que sí. Que la ciencia está para servir al hombre, y
también para hacer más hermoso el mundo. Que la belleza científica es la
búsqueda de la verdad, por un camino distinto al de la filosofía y el arte,
pero al fin y al cabo, búsqueda y bello.
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