Esta es una explicación de
Soledad (IV). Porque el otro día contemplando la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, conocida
popularmente en Pamplona como la
Dolorosa, pensé en su soledad. Se me vinieron a la cabeza la
soledad de tantos enfermos terminales que viven solos su agonía, me acordé de
tantas personas con sufrimientos físicos y, sobre todo psíquicos, que no tienen
esperanza en su curación, y sufren sin que nadie comprenda su sufrimiento en la
soledad de una habitación de un hospital. Pensé en los supervivientes de alguna
catástrofe natural que se encuentran salvados, pero quizá heridos y habiendo
perdido su familia, su casa, y su medio de ganarse la vida… Recordé a soldados
en el campo enemigo esperando una muerte segura. A las víctimas del terrorismo
y sus familiares, a los minusválidos, los ancianos, los huérfanos, y tanta
gente… Y sin embargo, ninguna soledad me pareció tan fuerte y tan sola como la
de Cristo en el Huerto de los olivos, esperando al discípulo traidor para que
le entregara con un beso.
¿Puede
haber soledad más grande? Dios hecho hombre va a ser entregado por un amigo a
sus enemigos, y sus otros amigos se duermen, mientras su alma se consume en la
angustia de que va a morir entre los más horribles dolores. Y el alma se queda
estremecida porque Dios abandona al Hombre: Cristo está tan solo que gritará ya
en la Cruz: Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Ahora está sol, postrado en el
Huerto, por única compañía el demonio, que le anticipa que su Muerte no tiene
sentido. Que los hombres que lo matarán, lo matarán de nuevo en generaciones
siguientes: los mártires de Roma, el relativismo del siglo XXI, los ateos y los
agnósticos, el laicismo rabioso que quiere quemar iglesias como en la España del 36, el comunismo
que perseguirá a sus escasos seguidores, los millones de hombres que morirán
sin haber oído el nombre de Cristo, el hombre que fabricará la bomba nuclear,
las armas químicas, la eutanasia y los métodos de aborto, los enfermos de SIDA,
los homosexuales, el racismo. "Tu muerte es inútil", le repite.
Y
Cristo grita: "Dios mío, que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi
Voluntad sino la tuya", y clama a su Padre. Y vence el Amor a la tentación.
Para Chesterton está claro que si Dios es Amor, Dios es Trinidad, porque
Alguien tenía que ser el Sujeto y Objeto de su Amor antes de la creación del
mundo. Gana el Amor. Un ángel baja del Cielo a consolar a su Creador: le
recuerda que el mal se vence en abundancia de bien, que frente a las grandes
infidelidades del hombre habrá pequeños actos de amor de otros hombres, que
cambiarán el mundo. Y Dios se deja consolar por su criatura.
Empieza
la Pasión. La
Madre de Dios ve a su Hijo torturado, deshecho el Cuerpo divino de Hombre, y
mira su alma rota de Amor, y siente la soledad máxima de que su Hijo inocente
muere por la humanidad entera. Siente en su alma las incomprensiones, las
traiciones, los golpes, y la espada que le profetizaron que le traspasaría el
alma. Llora pero no encuentra consuelo en sus lágrimas. Acompaña a su hijo, en
soledad de Madre, sintiendo la soledad del Hijo. Y cuando le oye gritar ese:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, siente que va a morir de
dolor, pero sigue stabat al pie de la
Cruz, para recibir a su Hijo muerto, destrozado el cuerpo…
Ella sola, en soledad.
Para
que los hombres nunca más vuelvan a estar solos. Para que la soledad no sea
amarga. La Oreja
de Van Gogh cantaba. "Dime, soledad si algún día habrá entre tú y el amor
buena amistad…", y sí lo hay, porque una madre vivió la soledad de verdad,
para ahorrársela a sus hijos ladrones, homicidas…
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