04 abril 2012

Reflexiones post-huelga


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Después de la huelga del 29 de marzo, me quedo pensando. Llegué a la universidad en autobús al día siguiente, y había un hombre con estropajo y pistola a presión limpiando las pintadas que dejaron los huelguistas los días anteriores. He pasado por las calles de Pamplona, y los comercios y paredes están “adornados” con las pegatinas y pintadas, que los que pegaron no se molestaron en quitar. Después de haber visto como tiraban la moto de un policía que cumplía su trabajo cortando el paso para que pasaran en manifestación los de la huelga, y cómo intentaban echar de su garita al ciego de la Once que vendía cupones el 29 de marzo, me quedo pensando.

¡Qué propicios somos los españoles a tomarnos un día libre para hacer gamberradas! Para todos aquellos, que por un motivo u otro no trabajamos ese día resulta muy sencillo insultar al padre de familia que sí va a trabajar porque teme que lo despidan y tiene varias bocas que alimentar... Nos gusta meter ruido y hacernos notar.

¿Y el día de después? ¿Cuánto dinero hicimos perder a los autónomos que, por miedo a los escaparates rotos que quizá no tienen dinero para arreglar, no abrieron ese día? ¿Tienen ellos la culpa de la reforma laboral del Gobierno? ¿Quién les paga a ellos el dinero que dejaron de ganar ese día, necesario para sus familias, para la hipoteca en estos tiempos de crisis? ¿Desde cuándo el derecho a huelga además de derecho es obligar a los demás? ¿Y quién paga y quién limpia el 30 de marzo las pintadas y las pegatinas?

Los huelguistas quizá están durmiendo la resaca de lo que bebieron ayer, pero me gustaría que ya que son tan rebeldes, empuñaran la pistola a presión para quitar sus pintadas y rascaran las paredes levantando pegatinas...

No estoy en contra de la huelga. Sí de que no seamos capaces más que de fastidiar al vecino sin buscar entender los motivos por los que él no se une a la masa vociferante de “Huelga general”. Y, sobre todo, pienso que para levantar un país de la crisis hace falta algo más que una huelga general seguida de suciedad y de irresponsabilidad ciudadana. Mi más sincero aplauso a la policía, a los barrenderos, y a todos ellos que sí que cumplieron con su deber el 28, el 29 y el 30 de marzo.

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