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Después de la huelga del
29 de marzo, me quedo pensando. Llegué a la universidad en autobús
al día siguiente, y había un hombre con estropajo y pistola a
presión limpiando las pintadas que dejaron los huelguistas los días
anteriores. He pasado por las calles de Pamplona, y los comercios y
paredes están “adornados” con las pegatinas y pintadas, que los
que pegaron no se molestaron en quitar. Después de haber visto como
tiraban la moto de un policía que cumplía su trabajo cortando el
paso para que pasaran en manifestación los de la huelga, y cómo
intentaban echar de su garita al ciego de la Once que vendía cupones
el 29 de marzo, me quedo pensando.
¡Qué propicios somos
los españoles a tomarnos un día libre para hacer gamberradas! Para
todos aquellos, que por un motivo u otro no trabajamos ese día
resulta muy sencillo insultar al padre de familia que sí va a
trabajar porque teme que lo despidan y tiene varias bocas que
alimentar... Nos gusta meter ruido y hacernos notar.
¿Y el día de después?
¿Cuánto dinero hicimos perder a los autónomos que, por miedo a los
escaparates rotos que quizá no tienen dinero para arreglar, no
abrieron ese día? ¿Tienen ellos la culpa de la reforma laboral del
Gobierno? ¿Quién les paga a ellos el dinero que dejaron de ganar
ese día, necesario para sus familias, para la hipoteca en estos
tiempos de crisis? ¿Desde cuándo el derecho a huelga además de
derecho es obligar a los demás? ¿Y quién paga y quién limpia el
30 de marzo las pintadas y las pegatinas?
Los huelguistas quizá
están durmiendo la resaca de lo que bebieron ayer, pero me gustaría
que ya que son tan rebeldes, empuñaran la pistola a presión para
quitar sus pintadas y rascaran las paredes levantando pegatinas...
No estoy en contra de la
huelga. Sí de que no seamos capaces más que de fastidiar al vecino
sin buscar entender los motivos por los que él no se une a la masa
vociferante de “Huelga general”. Y, sobre todo, pienso que para
levantar un país de la crisis hace falta algo más que una huelga
general seguida de suciedad y de irresponsabilidad ciudadana. Mi más
sincero aplauso a la policía, a los barrenderos, y a todos ellos que
sí que cumplieron con su deber el 28, el 29 y el 30 de marzo.
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