16 abril 2012

Mi estación


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A través de mi ventana veo la estación de autobuses. Me gusta porque siempre hay gente distinta alrededor. Desde el accidente de la moto es apenas lo único que veo del mundo, a parte de mi familia y de los amigos que vienen todavía a visitarme.

Estoy harto de que la gente me mire con lástima. Es cierto que no me puedo mover, ¿y qué? Aún puedo pensar, y creo que lo hago más que la mayoría de ellos. Sí que me da pena el disgusto de mi madre, ella no se merecía algo así... Mi primo me llevaba en su moto a escondidas de ella. Él no tiene la culpa de que yo esté así, y él sólo tuviera escayolado un mes el brazo y la pierna. Fui yo el que le pedí subir. Es que me encantaba la velocidad, la sensación del viento en los brazos y en la respiración contenida. Tenía ganas de gritar: Corre, písale más. A veces, hasta me dejaba conducir, y es que mi primo es muy bueno. Ahora, el pobre evita venir a verme porque se siente culpable, me gustaría mucho hacerle entender que no lo es, y que a mi manera soy feliz.

He aprendido más cosas que nunca desde la ventana de mi cuarto. Ya digo que tener en frente la estación de autobuses es todo un privilegio. Nunca se repiten las caras ni los andares ni los gestos. He llorado con los novios que se despedían al final del período universitario, reído con las madres que esperaban a sus hijos que volvían de un viaje a No sé dónde, me he angustiado con los que iban a perder su autobús, he sufrido al ver cómo robaban a ancianas despistadas sin poder hacer nada, me he burlado de los adolescentes que se creen mayores por llevar un tatuaje en el brazo, me he divertido con las despedidas de soltero a cual más esperpéntica.
http://www.estaciondeautobusesdepamplona.com/getfile/96a73926-bcad-4dc4-a937-e2ffe8e7f2e6/atencion_viajero.aspx

He visto miles y miles de rostros, en los que he tratado de descubrir las huellas de la vida, los sueños más ocultos, las preocupaciones y los miedos. En general, he descubierto que somos todos muy parecidos vengamos de la otra parte del mundo o del pueblo vecino, pero sin embargo, tan diferentes… No me refiero a la ropa, por supuesto que es interesante catalogar  a la gente por su modo de vestir: pijos, góticos, macarras, punkies, góticos, ejecutivos agresivos o hippies. Prefiero, como ya he dicho, mirar los gestos y las caras. Intuir conversaciones importantes, sentir el miedo de alejarse de lo conocido, la tristeza de decir adiós a la familia y los amigos, el estremecimiento de llegar a un lugar totalmente nuevo, tantas y tantas historias que se acumulan en mi memoria y que me traen buenos recuerdos.

No niego que haya sido duro resignarme, aceptar mejor dicho, mi inmovilidad casi total “teniendo toda la vida por delante” como se suele decir. Hay formas y formas de vivir, y yo a través de mi ventana he recorrido el mundo entero en mucho menos tiempo que ochenta días, ¿quién puede jactarse de lo mismo?

Ni siquiera los fenómenos atmosféricos son capaces de privarme de mi pasatiempo favorito: llueva o nieve siempre hay gente en la estación de buses, aunque sea para informarse de que su viaje se ha cancelado. Conozco todos los colores posibles de paraguas, es un espectáculo bonito. Ojalá alguien se fijara algún día y  lo pintara, aunque me temo que para darse cuenta se necesita estar un tiempo largo mirando por mi ventana.

Tampoco la noche, cuando me desvelo, me impide disfrutar. A la luz de las farolas, la estación se vuelve si cabe más fascinante y misteriosa. Parecen todos pequeñas figuritas oscuras que se deslizan de luz a sombra, y de sombra a luz. Escucho los alaridos destemplados de los borrachos del botellón, asisto como en el cine a los primeros besos de amor de parejas jovencitas, tirito de frío con los que esperan en la entrada. No puedo ver sus rostros, pero los imagino. No es difícil, ya tengo práctica.

Por eso, cuando vienen a verme y me preguntan con los ojos aunque no con la boca que por qué siempre sonrío con esta vida de perros, me dan ganas de reír a carcajadas. ¿La vida? ¡Qué sabrás tú qué es la vida! Yo he vivido millones de vidas con los pasajeros de mi estación y todavía no sé responder a esa pregunta. Necesito otros millones quizá.

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