Esta
era la última asignatura del primer bloque del máster que me
quedaba por comentar... Uno de los principios de la Química Verde es
no generar residuos, porque lo que no se genera no hace falta
gestionarlo. Y uno de los campos en los que la Química (cuando digo
Química englobo la petroquímica con el refino del petróleo y
derivados, la denominada Química pesada que es la que fabrica
productos en gran volumen como plásticos, etc, la Química fina que
produce en la industria agroalimentaria y la Química farmacéutica:
es decir, cuando digo Química hablo de la industria en general) son
los disolventes, que en muchos caso, suelen ser bastante tóxicos. El
mayor volumen de disolventes se emplean en las formulaciones de la
pintura, y en segundo lugar para el desengrase de metales.
Por
tanto, la asignatura de Disolventes Benignos es una pieza clave
dentro de la Química Sostenible. Por un lado, estudia la posibilidad
de eliminar el uso del disolvente, y cuando esto no es posible, busca
otras alternativas que sean menos tóxicas y contaminantes. Al final,
la Química Verde pretende que todo lo que se pone como reactivo se
obtenga de producto (100% de economía atómica), para evitar la
generación de residuos. El disolvente no es ningún reactivo, por lo
que al final de la reacción, lo tendremos en la misma cantidad en
que lo añadimos y probablemente impurificado. Aquí entran los temas
de purificación de productos y recuperación del disolvente para
reutilizarlo en un proceso posterior.
Reactivo
1 + Reactivo 2 → Productos
Pero,
¿por qué usar el disolvente como medio de reacción? Pues porque
disuelve los reactivos, permitiendo el transporte de masa y que la
reacción se lleve a cabo, normalmente aumenta la velocidad de
reacción, facilita la distribución de energía, y estabiliza o
desestabiliza los estados de transición (complejo intermedio de los
reactivos que se están transformando en productos). Así que muchas
veces, es necesario usar el disolvente, pero se puede buscar usarlo
en menor cantidad, mejorar su recuperación, sustituirlo por otro más
aceptado, o proponer nuevos procesos de síntesis que requieran menos
disolvente o menos tóxico.
¡Y aquí hay una cantidad enorme de posibilidades! Por empezar con la más sencilla: el agua, muchas veces facilita la reacción aunque las moléculas orgánicas no sean solubles en ella, porque como son hidrofóbicas (huyen del agua) se “juntan” y se produce la reacción antes y con menor energía. Otro disolvente benigno es el etanol, y por ejemplo, el 2-metiltetrahidrofurano que no es tóxico y viene de fuentes renovables.
Pero luego las cosas se van “sofisticando”, y entran en juego los disolventes supercríticos, especialmente el dióxido de carbono, los disolventes fluorados, los disolventes inteligentes o activables (se activan con la temperatura o por un gas..., consiguiendo sistemas bifásicos y cambiando la polaridad), y los líquidos iónicos (es una sal fluida a temperatura ambiente que se puede diseñar a medida). Entiendo que estoy metiendo muchos temas demasiado específicos, pero solo quiero dar una idea general de lo amplio que es este campo en la investigación y la importancia que tiene hacer las cosas bien.
Por
eso, es importante reconocer si un disolvente es más verde que otro,
analizando la energía que se consume en su producción (lo que sería
un análisis del ciclo de vida), la energía consumida en su
distribución y recuperación, y su efecto sobre la salud y el medio
ambiente. Y contar, con que no todo vale para todo: cada situación
concreta requiere un análisis específico.
Referencias:
Referencias:
- Asignatura de Disolventes Benignos, por Santiago Luis y Eduardo García-Verdugo (UJI, Castellón)
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